Ética en la Política
Mario Flores Pedraza
La semana pasada fue la semana estatal anticorrupción en la cual me invitaron como panelista para platicar las luchas que hemos tenido desde la sociedad civil organizada y las persecusiones que nos han hecho. Al estar analizando lo que iba a decir en el foro llegue a esta reflexión.
La ética en la política, un concepto que debería ser el faro moral que guía a quienes toman decisiones en nombre de la sociedad, se encuentra en un estado deplorable que invita a la reflexión. En teoría, la política debería ser la manifestación más elevada de la ética, un espacio donde los líderes se esfuerzan por el bien común y toman decisiones basadas en principios sólidos. Sin embargo, la realidad actual parece distar considerablemente de esta visión ideal.
Una de las razones fundamentales de esta brecha entre la ética y la política radica en la naturaleza misma del poder. El poder, a menudo, corrompe y tienta a aquellos que lo ostentan a desviarse del camino ético. Las decisiones políticas, en lugar de ser impulsadas por la búsqueda del bienestar colectivo, a veces se ven distorsionadas por intereses personales, partidistas o económicos. Las tentaciones éticas parece eclipsar la visión de los líderes, llevándolos por caminos que, en un principio, juraron evitar.
La falta de consecuencias significativas por comportamientos éticamente cuestionables también contribuye a la distancia entre la ética y la política. La impunidad ante actos corruptos o decisiones moralmente dudosas crea un ambiente en el cual los políticos pueden actuar sin temor a represalias. Este vacío de responsabilidad fomenta la repetición de comportamientos poco éticos, erosionando aún más la confianza pública en las instituciones políticas.
Además, el sistema político mismo, en muchas ocasiones, perpetúa prácticas que se alejan de los principios éticos. Las luchas partidistas, la polarización y la competencia feroz por el poder a menudo eclipsan la búsqueda del bienestar colectivo. Los líderes políticos se encuentran atrapados en una telaraña de intereses partidistas, donde la lealtad a la ideología puede prevalecer sobre la ética. Este entorno dificulta la adopción de decisiones basadas en principios universales y valores éticos compartidos.
Para acercarnos a la ética en la política, se requiere un cambio cultural y estructural. Es necesario cultivar una cultura política que valore la integridad y la transparencia, donde los líderes sean responsables ante la sociedad y ante sí mismos. Asimismo, se necesita reformar las estructuras institucionales para garantizar que existan consecuencias significativas para aquellos que se aparten de los principios éticos.
La distancia entre la ética y la política no es insalvable, pero su reducción exige un esfuerzo conjunto de la sociedad y de los propios líderes políticos. Solo mediante la adopción de prácticas éticas, la rendición de cuentas y la construcción de un sistema político más equitativo podremos aspirar a una política que refleje los valores éticos que todos anhelamos.