Recordando el importante hallazgo arqueológico en la sierra de Nahola

Redacción.- A más de 20 años recordamos que a finales de la década de 1990, durante los trabajos del proyecto “Arte Rupestre de Tamaulipas”, el arqueólogo Jean Louis Lacaille Múzquiz realizó una expedición en el municipio de Tula que derivó en el hallazgo de un sitio funerario de gran relevancia arqueológica: la Cueva de la Sepultura, localizada en la Sierra de Nahola, cerca de las comunidades de Joya de Maravillas y Joya del Berrendo.
La exploración se llevó a cabo el 14 de noviembre de 1999, con el acompañamiento de un grupo de colaboradores como René Lara Cisneros, Gastón Saldaña Balmori y Salvador Piña Miranda de Tula; así como Gerardo Moctezuma Garcés y José Luis Meza Castro, de El Mante, acompañando al arqueólogo Lacaille en esta importante labor exploratoria.
La expedición buscaba identificar posibles pinturas rupestres en cuevas que, según reportes, contenían huesos humanos y objetos antiguos. Aunque no se encontraron evidencias de arte rupestre, la visita a la Cueva de la Sepultura reveló una riqueza arqueológica significativa: numerosos restos óseos humanos, fragmentos de petates, cordelería, redes, piezas de madera y objetos de uso ceremonial.
Lacaille estimó en ese momento que los restos correspondían a entre 16 y 20 individuos, incluyendo infantes, aunque ya se encontraba muy alterado el contexto por saqueos previos. Pese a ello, la importancia del hallazgo llevó al arqueólogo a notificar al Centro INAH-Tamaulipas.
Una década más tarde, entre finales de 2010 y principios de 2011, el Centro INAH-Tamaulipas, bajo la dirección del Dr. Jesús Ernesto Velasco González, realizó una investigación sistemática en la cueva. El trabajo consistió en el registro, recolección, limpieza, restauración y catalogación de los restos óseos y materiales asociados, destacando una pipa cilíndrica de piedra, objetos de lítica tallada, así como instrumentos trabajados en hueso y concha.
Gracias a estudios de fechamiento por radiocarbono (AMS), se determinó que los restos humanos corresponden al año 3020 antes del presente, lo que los convierte en los más antiguos hallados en el norte de México.
El análisis biocultural y arqueológico de los restos permitió vincular la Cueva de la Sepultura con la llamada Tradición del Desierto, propia del área cultural conocida como Aridoamérica. Se reconoció una estrecha relación con otros importantes sitios funerarios del noreste mexicano, como la Cueva de la Candelaria y La Paila en Coahuila, o Santo Domingo y Cerro de Silva en San Luis Potosí.
Estos hallazgos aportan datos cruciales sobre la vida y muerte de poblaciones nómadas cazadoras-recolectoras y grupos agrícolas de baja intensidad, que habitaron la región mucho antes del contacto europeo. Además, complementan trabajos pioneros de los investigadores Javier Romero y Juan Valenzuela en 1937, así como de Richard MacNeish en la década de 1950.
La Cueva de la Sepultura no solo es un testimonio de las antiguas prácticas funerarias del noreste de México, sino un punto clave para entender la diversidad y continuidad cultural de las poblaciones originarias del país.