LAS TRES

 LAS TRES

Lo que se ve no se juzga: Reflexiones sobre el poder municipal en Bustamante

En Bustamante, como en muchos municipios del país, el paso de cada administración deja huellas visibles: obras, decisiones, estilos de gobierno… y también percepciones ciudadanas sobre cómo cambió la vida de quienes ocuparon el poder.

La memoria colectiva es insistente y no perdona incoherencias.

Y, al final, como dice el dicho: lo que se ve no se juzga.

Entre los habitantes de Bustamante existe una impresión ampliamente compartida: que no todos los exalcaldes han manejado su encargo con la misma rectitud o la misma discreción.

En conversaciones públicas y privadas suele mencionarse que algunos llegaron con recursos modestos y concluyeron sus periodos con patrimonios notablemente mayores.

Para muchos ciudadanos, tales transformaciones generan dudas y suspicacias, sobre todo cuando no se acompañan de explicaciones claras o declaraciones patrimoniales transparentes.

En contraste, hay casos que llaman la atención justamente por lo contrario.

El profesor José Antero Medina Cruz es recordado por diversos pobladores como un funcionario cuyo estilo austero no cambió durante ni después de su administración.

Quienes lo conocieron afirman que terminó su mandato prácticamente como lo inició, sosteniendo su vida con su salario de maestro y sin que su situación económica mostrara cambios espectaculares.

Incluso se comenta que ni siquiera logró concluir su vivienda en la cabecera municipal.
Otro ejemplo frecuentemente mencionado es el de Roberto Vargas, quien, según versiones locales, concluyó su periodo enfrentando incluso más dificultades económicas que al comienzo, al grado de retomar su actividad como pastor de cabras.

La comunidad suele señalar estos casos como contraste frente a otros exalcaldes que terminaron sus administraciones con un nivel de vida más elevado, lo que alimenta aún más el debate público.

No se trata de acusar ni absolver a nadie desde la opinión personal, sino de subrayar la importancia de la transparencia, la rendición de cuentas y la consistencia ética en los cargos públicos.

En un municipio pequeño, donde todos se conocen y donde cualquier cambio es visible, la percepción ciudadana se convierte en un termómetro inevitable.

Al final, lo que la gente observa tiene un peso enorme.

Y por eso mismo, quienes aspiran a gobernar deberían recordar que el servicio público no solo se evalúa con obras o discursos, sino también con la manera en que se vive antes, durante y después del poder.

Porque, como bien dice la sabiduría popular: lo que se ve, no se juzga.

Compartir Noticia: