De venganzas políticas
Por Felipe Martínez Chávez
Cd. Victoria, Tamaulipas.- Al final resultan simples venganzas políticas o cuestiones personales que nadie ha querido explicar. Se les encarcela pero quedan absueltos.
Bueno, solo hay un indicio de lo que motivó el desafuero y aprehensión de Juan Genaro de la Portilla, ex alcalde de Altamira, quien permaneció un año “mascando fierro” en el penal de Andonegui (Tampico), por disposiciones del entonces Gobernador Manuel Cavazos Lerma.
El propio Juan cuenta que “la raza” le “puso” –en campaña- a Cavazos un travesti, y se ganchó en la bailada. Tarde se dio cuenta que le habían dado gato por liebre. El doctor en economía le echó la culpa a Genarín.
Desde hace algunos sexenios el respetable público de esta tierra convulsa se acostumbró a que, al inicio de cada “estilo personal”, uno o varios ex funcionarios van a parar a la cárcel ¿seguirá la tendencia en este 2022?.
Al final de los procesos, nadie ha sido condenado por corrupción o vil robo de dinero del erario.
Nos preguntamos qué pasará después de septiembre, gane quien gane la gubernatura ¿será capaz Américo de meter al bote a algún panista? ¿lo haría El Truco con sus antiguos compañeros de gabinete? ¿llegará el esperado deslinde respecto al cabecismo?.
Como antecedente, hay que decir que la carnicería se daba entre priístas, de un gobierno a otro ¿por qué no con administraciones de partidos antagónicos?.
Llegó a decirse que los gobernadores en turno encarcelaban a ex funcionarios para crear “imagen”, decirle a los tamaulipecos que combatían la corrupción e influyentismo. La excepción fue Eugenio Hernández Flores que no metió al bote a nadie. Un tipo que no cultivó venganzas.
En política se urden movimientos sucios y limpios. Un candidato es capaz de dispararse en una pierna o fingir secuestro, para victimizarse, con tal de aumentar votos.
El presente gobierno llegó con grandes expectativas. La ciudadanía pensó que llamarían a cuentas a los ex funcionarios deshonestos del egidismo, pero está por culminar el sexenio y nada.
Tampoco encerraron a los propios aunque fuera para ganar elecciones. De haber “entambado” al charrito bailarín ex presidente de Victoria, no habrían registrado las derrotas del seis de junio. No tendrían que haberle inventado nada, los presuntos delitos están denunciados.
No se si Egidio, al tomar el sillón estatal, mandó al penal a Mario Ruiz Pachuca por venganza, rencores o que alguien se lo pidió. La acusación no tenía nada que ver con sus funciones de Coordinador de Comunicación Social, sino con presunto secuestro, tortura y asociación delictuosa. Quedó libre, absuelto.
Igual Egidio envió a la cárcel al ex alcalde jaibo Oscar Pérez Inguanzo, que en apariencia dispuso de dinero público en su provecho. Al final lo perdonaron.
Es de esperar que, en los siguientes meses, recupere su libertad Eugenio Hernández Flores, el exgobernador, el primero procesado pero cuyas acusaciones se desvanecen.
“Se les acabó la fiesta a los bandidos”, dijo a su llegada el jefe de los vientos del cambio. Sin embargo no cumplió y perdieron la oportunidad de generar aceptación… Y más votos. Cuando se encarcela a los propios hay más credibilidad.
Mandar al botellón a Cristóbal R., ex Subsecretario de Hacienda del Gobierno, no le trajo mayor rating al gobierno azul.
A la distancia de los años, no se ve que a Tomás Yarrington Ruvalcaba le haya generado mayor aprobación el enjuiciamiento de Pedro Hernández Carrizales, ex jefe de Sedesol del cavacismo. Quedó libre por falta de pruebas.
Pedro ya no aspiraba a cargo alguno ni manejaba multitudes que pudieran marcar tendencias en una elección. No era “peligroso”.
No entendemos tampoco, a la distancia, el encarcelamiento de dos ex funcionarios de Américo Villarreal Guerra, que son Víctor Manuel M. y Pedro S., el primero por presuntos trastupijes con tierra urbana y el segundo por lo mismo en placas de sitio.
A más de 20 años, no encontramos beneficio para Yarrington en lo que fue la persecución de Gerardo Higarda Adams, entonces alcalde de Reynosa, en 1999. Nunca trataron de ir por él al “otro lado” donde sigue viviendo y tiene sus negocios.
La excepción de venganza, decíamos, se dio con el buen Eugenio. Solo destituyó, en evidente acción política al Rector Jesús Lavín Santos, El Napoleoncito para sus amigos, que soñaba con la reelección por dos periodos más.
Sobre el actual sexenio, ya andan libres los acusados y encarcelados del egidismo. Nadie se tragó que fueron los principales corruptos, como pocos también se dieron por enterados que Eugenio saqueó los presupuestos.
Dos son los finalistas en la contienda por el gobierno. Sin duda quedará entre Américo y El Truco. Interesante saber cuál será su proceder en el tema que hoy nos ocupa. Lo cierto es que hace falta darle una sacudida a la administración pública para recuperar la confianza ciudadana.
Veremos que dicen en sus campañas. Tendrán tiempo de diseñar temas y discurso que les generen votos sin caer en la demagogia, como eso de acabar la fiesta de los bandidos.