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Negar la realidad

 Negar la realidad

 Mario Flores Pedraza

Negar la realidad es un fenómeno que ha acompañado a la humanidad a lo largo de la historia. A pesar de la evidencia abrumadora que pueda contradecir nuestras creencias, a menudo nos aferramos a ellas con fuerza. Esta tendencia no solo es observada en cuestiones cotidianas, sino también en temas de gran trascendencia, como la política, la religión, la salud, y la ciencia. Pero, ¿por qué lo hacemos? ¿Qué nos lleva a rechazar datos y hechos verificables para mantenernos cómodamente anclados a nuestras creencias previas?

Una de las razones principales por las cuales nos aferramos a nuestras creencias a pesar de la evidencia en contra es el “sesgo de confirmación.” Este fenómeno psicológico, ampliamente estudiado por psicólogos como Daniel Kahneman, se refiere a la tendencia de las personas a buscar, interpretar, y recordar información de manera que confirme sus creencias preexistentes, en lugar de confrontarlas o desafiarlas. Por ejemplo, una persona que cree firmemente en una teoría conspirativa es más probable que ignore cualquier prueba que refute esa teoría y que, en cambio, se enfoque únicamente en la información que la respalde, incluso si dicha información es débil o cuestionable.

Otro concepto clave para entender este fenómeno es la “disonancia cognitiva,” propuesto por el psicólogo Leon Festinger en la década de 1950. La disonancia cognitiva se refiere a la incomodidad que sentimos cuando nuestras creencias o acciones se enfrentan con información que las contradice. En lugar de cambiar nuestras creencias para alinear nuestros pensamientos con la realidad, muchas veces optamos por justificar nuestras creencias o reinterpretar la información de manera que minimice la disonancia.

El miedo al cambio es otro factor psicológico que influye en la negación de la realidad. Reconocer que estábamos equivocados implica no solo una aceptación intelectual, sino también un ajuste emocional y, en algunos casos, un cambio radical en la forma en que interactuamos con el mundo. Este proceso puede ser doloroso y demandante. Es mucho más fácil, y a menudo más reconfortante, rechazar la realidad y aferrarse a nuestras viejas convicciones.

En un mundo donde la información está más disponible que nunca, la tarea de confrontar nuestras propias creencias y aceptar la realidad, aunque incómoda, es una responsabilidad que todos debemos asumir. Como dijo una vez el filósofo Karl Popper, “la búsqueda de la verdad debe ser el principio rector de nuestra vida.”

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