Perros de Chernóbil desarrollan inmunidad a la radiación

Redacción.-
Casi cuatro décadas después del accidente nuclear de Chernóbil, un grupo de perros callejeros que vive en la zona de exclusión está dando pistas inesperadas sobre cómo los organismos pueden adaptarse a condiciones ambientales altamente tóxicas. Un nuevo estudio ha detectado alteraciones genéticas significativas en estos animales, lo que podría suponer un primer paso para comprender mejor cómo la exposición prolongada a la radiación y a otros contaminantes afecta a los seres vivos.
Los investigadores han comparado dos grupos de perros que habitan en distintos puntos de la región: unos cerca de losantiguos reactores nucleares y otros en la ciudad de Chernóbil, a unos 16 kilómetros de distancia. Los análisis genéticos revelan que se trata de poblaciones diferenciadas, con al menos 391 regiones del genoma que presentan patrones distintos entre ambos grupos.
Un legado de radiación y abandono
El desastre de Chernóbil tuvo lugar el 26 de abril de 1986, cuando el reactor número 4 de la central nuclear explotó durante una prueba de seguridad. La catástrofe liberó grandes cantidades de material radiactivo que afectaron vastas zonas del norte de Ucrania y otros países europeos. Desde entonces, el área más afectada fue declarada “zona de exclusión” y evacuada casi por completo.
Entre los muchos animales que quedaron atrás tras la evacuación estaban los perros domésticos, cuyas poblaciones han sobrevivido y en algunos casos prosperado sin intervención humana directa. Hoy en día, estos descendientes viven cerca de aldeas abandonadas y de la planta nuclear, en condiciones extremas que combinan escasez de alimento, frío, contaminación química y radiación residual.
Mutaciones en un entorno hostil
El estudio, liderado por científicos de la Universidad Estatal de Carolina del Norte y el Instituto de Ciencias de la Salud Ambiental de la Universidad de Columbia, ha identificado variaciones genéticas asociadas a mecanismos de reparación del ADN. Estos mecanismos podrían ser clave para entender cómo estos perros resisten una exposición constante a la radiación y a sustancias tóxicas.
“Estas regiones del genoma funcionan como señales que nos indican dónde debemos mirar más de cerca”, explicó elDr. Matthew Breen, uno de los autores del estudio. “Algunas de ellas podrían estar relacionadas con adaptaciones que permiten a estos animales reparar mejor su material genético tras daños provocados por el entorno”.
Aunque el equipo aún no puede confirmar que estas diferencias sean resultado directo de la exposición multigeneracional a la radiación, los investigadores consideran que es un punto de partida prometedor para futuras investigaciones sobre evolución rápida en ambientes contaminados.
La naturaleza se abre paso
Pese a los peligros que aún persisten los radioisótopos presentes tienen una vida media de unos 30 años la zona de exclusión de Chernóbil se ha convertido, paradójicamente, en un refugio para la vida silvestre. Sin humanos, animales como lobos, linces, osos e incluso el caballo de Przewalski han colonizado el área. Los perros, en particular, han generado fuertes vínculos con los trabajadores y científicos que todavía operan en la región.
Organizaciones internacionales colaboran desde hace años en programas de vacunación, alimentación y adopción para mejorar la vida de estos animales y reducir los riesgos sanitarios tanto para ellos como para las personas que trabajan en el área.
Un modelo para comprender los riesgos ambientales
Más allá del interés biológico, los expertos señalan que estos perros podrían actuar como especie centinela, ayudando a anticipar los efectos de la radiación en la salud humana. Entender cómo su genoma responde a estas condiciones puede ofrecer claves para proteger mejor a las personas expuestas a entornos contaminados, tanto por radiación como por sustancias químicas.
“El caso de los perros de Chernóbil es una oportunidad única para estudiar los efectos a largo plazo de un desastre ambiental de esta magnitud”, concluyó el Dr. Breen. “Nos pueden enseñar mucho, no solo sobre cómo sobrevivir, sino también sobre cómo adaptarnos a un mundo en el que los retos medioambientales van en aumento”.