Po’s de donde salen tantos.
Según el último censo Palmillas cuenta con una población 1,917 personas de las cuales 1,200 vive en la cabecera municipal, 220 en el Llano, 122 en el 6 de Abril, 78 en San Vicente, en Naranjito como se le conocía antes ahora se le describe simplemente el Naranjo cuenta con 74 personas, ahí afincadas, Arrieros 41, Terrero (el Balcón) 33, San José de Palmillas, 26 habitantes el Salitrillo 23.
Como se puede apreciar Real de Palmillas como lo bautizó Don José de Escandón “Conde de Sierra Gorda” en 1,756, sigue siendo un pueblo chico y pintoresco, con pocos atractivos para atraer turismo, pero sus habitantes pocos, por cierto, tienen un gran corazón para dar afecto que ya lo quisieran las poblaciones grandes, donde en su conjunto son vecinos distantes.
En este año se contabilizan en toda la geografía humana Palmilleses a 1,917 individuos en población, luego entonces de <donde salen tantos> como decía una dama que divertía en la campiña tulteca a ejidatarios amorosos, este comentario viene a cuento porque parecería que toda la población acudió al festejo número 395 de fundación.
Y es que según un estimado de personas que acudieron a la fiesta señalan que en el lienzo charro “los caporales” se concentraron más de 1500 personas, es decir, casi la totalidad de la población, aunque los 400 que faltaron al gran evento podrían ser los pasaporteados que no pudieron venir a la fiesta.
Esto es lo que dice la gente, pero en realidad sí acudieron palmillenses de todos los rincones del municipio, inclusive los que ya cambiaron su domicilio legal y ahora viven en la capital del estado y otras poblaciones.
Llegaron invitados del altiplano Tamaulipeco, de Llera, Dr. Arroyo Nuevo León, Ocampo, Cd Victoria, etc. y otros que mencionaron, – que no les dijeron que no asistieran, — por ello, se concentraron en el lienzo Charro para degustar las suculentas viandas y disfrutar de la charreada, las escaramuzas y demás eventos.
Sin duda Palmillas es el único municipio del altiplano Tamaulipeco que se ha distinguido por ser excelente anfitrión, que atiende sin distingos a propios y extraños, sin regatear absolutamente nada.