Santa Ana de Nahola Cuna de una Tradición Alfarera Milenaria

En el pintoresco municipio de Tula, se encuentra Santa Ana de Nahola, una comunidad que resguarda un tesoro invaluable: una tradición alfarera de más de 3,000 años de antigüedad.
Investigaciones del Instituto Nacional de Antropología e Historia (INAH) revelan que las técnicas utilizadas por los artesanos de Nahola son herencia directa de tiempos prehispánicos.
Sin herramientas modernas, estos maestros alfareros trabajan en armonía con la naturaleza, utilizando únicamente los recursos que les brinda la sierra.
El proceso comienza en la temporada seca, cuando se recolectan el yeso y la arcilla, materias primas esenciales. La extracción de arcilla, en particular, es una labor ardua y peligrosa, que implica descender por un tiro de hasta 15 metros de profundidad.
Las alfareras, en su mayoría mujeres, son las guardianas de este conocimiento ancestral. Sus creaciones, que comparten características con piezas encontradas en sitios arqueológicos como Balcón de Montezuma y El Sabinito, son testimonio de la continuidad de una tradición que se remonta a más de tres milenios.
A pesar de su valor histórico y cultural, esta tradición ancestral se encuentra en peligro de desaparecer. El INAH, a través de su boletín “El Centro INAH Tamaulipas documenta y divulga la ancestral tradición alfarera de Nahola”, busca crear conciencia sobre la importancia de preservar este legado.
Descubre la Magia de Nahola
El director de este medio hace poco más de 15 años estuvo con doña Adela la última alfarera que a pesar de su avanzada edad continúa con esta traición que es casi un tema de índole religioso pues no es tan fácil y sencillo obtener las materias primas esenciales la extracción de arcillas particularmente riesgoso por la profundidad para obtener los tipos de arcilla y una vez obtenidos ambos materiales se requiere un proceso arduo para darle el modelado adecuado.
Te invitamos a conocer más sobre esta fascinante tradición y a valorar el trabajo de los artesanos de Santa Ana de Nahola, custodios de un patrimonio milenario, que son motivos de orgullo tulteco.