Tula necesita un museo que resguarde su historia

Tula es el pueblo con más historia de Tamaulipas, un sitio donde cada piedra, cada calle y cada apellido antiguo parecen tener algo que contar. Sin embargo, paradójicamente, esa misma historia que le da identidad y orgullo no cuenta con un lugar digno donde resguardarse.
A diferencia de otros municipios, incluso más pequeños, que han sabido valorar su pasado mediante la creación de museos municipales, Tula sigue sin un espacio público que conserve, proteja y difunda su acervo histórico y arqueológico. Aquí existen dos museos particulares, esfuerzos admirables pero aislados, que no pueden —ni deben— cargar solos con la responsabilidad de preservar la memoria colectiva de un pueblo entero.
Un ejemplo claro es el de Max Treviño Reyna, quien tiene bajo su resguardo alrededor de cien piezas arqueológicas heredadas de nuestros antepasados. Entre ellas destaca “La Doncella del Tammapul”, una pieza de singular belleza y valor histórico que fue ilustrada en un libro editado por el tulteco Jorge Humberto Gómez Saldivar. El propio Instituto Nacional de Antropología e Historia (INAH), consciente de su importancia, recomendó a Max que la resguardara adecuadamente y le mandó confeccionar una cápsula especial para evitar su deterioro.
La historia de esta pieza es en sí misma un relato fascinante. Fue descubierta durante una excavación en la calle Paredes número 3, propiedad de don Leonardo Treviño Peña, padre de Max. El hallazgo ocurrió de manera fortuita el 9 de junio de 1990, cuando Sergio Treviño García, nieto de don Leonardo, encontró lo que luego se sabría era una reliquia tolteca. Con registro oficial del INAH 2382PF333, la pieza mide 15 centímetros de altura y ha sido reconocida por especialistas como un vestigio de gran valor arqueológico.
No es el único caso. El recordado don Alfonso Treviño Villasana (+), ex cronista de Tula, también reunió una colección considerable de piezas que hoy permanecen bajo el resguardo de su hijo, Alfonso Treviño Niño, quien ha expresado su deseo de ponerlas a disposición del INAH para su conservación.
Estas piezas, junto con muchas otras que permanecen dispersas en manos de particulares, conforman un patrimonio invaluable que corre el riesgo de perderse, deteriorarse o incluso salir del municipio. Por ello, resulta impostergable que tanto el INAH, como el Gobierno del Estado de Tamaulipas y el Gobierno Municipal, que encabeza el Químico René Lara Cisneros, unan esfuerzos para concretar la creación de un Museo Municipal de Historia de Tula.
Un museo no solo sería un espacio para preservar el pasado, sino también un punto de encuentro con la identidad. Sería un atractivo turístico más dentro del nombramiento de Pueblo Mágico, un sitio donde estudiantes, investigadores y visitantes pudieran conocer de cerca los orígenes tultecos y la riqueza cultural que distingue a esta tierra.
Tula no puede seguir guardando su historia en vitrinas domésticas. La memoria de un pueblo debe ser compartida, admirada y protegida. Urge un museo municipal que le dé a la historia de Tula el lugar que merece: el de todos.