Wishful thinking
Mario Flores Pedraza
El deseo de que ocurra algo, a pesar de ser consciente de que es improbable o incluso imposible, es una emoción profundamente humana. Nos aferramos a nuestras expectativas y sueños, aunque la realidad nos indique lo contrario. Este fenómeno, cuando se traduce al ámbito político, adquiere una dimensión peligrosa, ya que puede distorsionar la percepción de la realidad y llevar a consecuencias graves, como la negación de resultados electorales.
En política, los individuos y grupos tienden a formar expectativas basadas en sus deseos, ideales o incluso en promesas políticas. Este deseo se convierte en una narrativa personal o colectiva que puede ser difícil de abandonar, aun cuando los hechos demuestran que no es viable. La disonancia cognitiva juega un papel crucial aquí: cuando la realidad contradice nuestras creencias, surge una incomodidad mental que muchos buscan resolver negando o reinterpretando la realidad en lugar de ajustar sus creencias.
Este fenómeno es evidente en la forma en que algunos grupos o individuos rechazan los resultados de las elecciones. Cuando un resultado electoral no coincide con lo que un grupo deseaba o esperaba, en lugar de aceptar la derrota y reflexionar sobre las razones, se recurre a teorías de conspiración, acusaciones de fraude o simplemente se niega la legitimidad del proceso. Esto no solo erosiona la confianza en las instituciones democráticas, sino que también polariza aún más la sociedad.
Aceptar la realidad tal como es, en lugar de cómo quisiéramos que fuera, requiere una madurez y una capacidad crítica que a menudo falta en el discurso político. Implica reconocer que no siempre podemos tener lo que queremos y que la democracia, por su propia naturaleza, no siempre nos dará los resultados que deseamos. Pero esa es precisamente la esencia de un sistema democrático: la aceptación de la voluntad popular, aunque esta no coincida con nuestros deseos.
Negarse a aceptar la realidad y aferrarse a deseos inalcanzables puede llevar a la radicalización, la violencia y la destrucción del tejido social. Es crucial que tanto líderes como ciudadanos desarrollen la capacidad de enfrentar la verdad con objetividad, aunque esta sea dolorosa o contraria a lo que se esperaba.